16, dijous / Parlo poc del mar
Parlo poc del mar, i quan em pregunten què m’agrada més, si el mar o la muntanya responc que la muntanya. La muntanya (el camp, la terra) és el meu hàbitat familiar. Home urbanita, quan he anat de vacances (els llargs estius d’infant a la torra de Sant Feliu de Llobregat, d’adolescent al paradís cerdanyolenc i de gran, preferentment als Pirineus però també per terres d’Espanya i a llocs sublims com les Dolomites), m’han fet meva la terra. El mar sempre l’he vist com l’horitzó del meu hàbitat natural. Hi he fet moltes escapades; dies de platja. Fins i tot, durant els llargs estius a Palau Sator hi he anat cada dia a banyar-me. Però mai he entrat mar endins amb un catamarà, ni m’he arribat a Mallorca amb una barca de vela. Ni he fet submersió. Però a través de documentals i del testimoni entusiasta d’amics sé de l’extraordinària riquesa del mar, i del goig que experimentes quan t’hi baralles, per arribar a alguna caleta amagada.
Amb tot, el mar és un element constitutiu del meu paisatge interior. Recordo que quan vaig fer la mili al campament del Robledo (Segòvia), pujava als cims de la serra i instintivament a l’horitzó buscava la muntanya de Montserrat i el mar. Sabia que no es veurien. Però el cor m’hi girava els ulls. I és que el mar –el mare nostrum– forma part de la nostra història, pel mar van venir els fenicis, van venir els grecs i els romans, i pel mar els nostres navegants van teixir un imperi comercial tan ric, que fins es deia que els peixos duien gravades les quatre barres al dors. Ara, a l’hospital, el veig cada dia. Intensíssimament blau sota el sol. D’un gris plom en dies núvols. I durant la nit com una làmina fosca, escambell majestuós del cel obscur.
Sempre fascinant.
M’agrada el record que em duu el teu escrit a un poema sobre el mar de Pablo Neruda que fa temps em va captivar… L’he cercat i aquí t’el deixo: (Fins aviat)
ODA AL MAR
Aquí en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
Oh mar, así te llamas,
oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua,
no te sacudas tanto,
ayúdanos,
somos los pequeñitos
pescadores,
los hombres de la orilla,
tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte,
no grites de ese modo,
abre tu caja verde
y déjanos a todos
en las manos
tu regalo de plata:
el pez de cada día.
Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata,
de cristal o de luna,
nació para las pobres
cocinas de la tierra.
No lo guardes,
avaro,
corriendo frío como
relámpago mojado
debajo de tus olas.
Ven, ahora,
ábrete
y déjalo
cerca de nuestras manos,
ayúdanos, océano,
padre verde y profundo,
a terminar un día
la pobreza terrestre.
Déjanos
cosechar la infinita
plantación de tus vidas,
tus trigos y tus uvas,
tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado
y el fruto sumergido.
Padre mar, ya sabemos
cómo te llamas, todas
las gaviotas reparten
tu nombre en las arenas:
ahora, pórtate bien,
no sacudas tus crines,
no amenaces a nadie,
no rompas contra el cielo
tu bella dentadura,
déjate por un rato
de gloriosas historias,
danos a cada hombre,
a cada
mujer y a cada niño,
un pez grande o pequeño
cada día.
Sal por todas las calles
del mundo
a repartir pescado
y entonces
grita,
grita
para que te oigan todos
los pobres que trabajan
y digan,
asomando a la boca
de la mina:
“Ahí viene el viejo mar
repartiendo pescado”.
Y volverán abajo,
a las tinieblas,
sonriendo, y por las calles
y los bosques
sonreirán los hombres
y la tierra
con sonrisa marina.
Pero
si no lo quieres,
si no te da la gana,
espérate,
espéranos,
lo vamos a pensar,
vamos en primer término
a arreglar los asuntos
humanos,
los más grandes primero,
todos los otros después,
y entonces
entraremos en ti,
cortaremos las olas
con cuchillo de fuego,
en un caballo eléctrico
saltaremos la espuma,
cantando
nos hundiremos
hasta tocar el fondo
de tus entrañas,
un hilo atómico
guardará tu cintura,
plantaremos
en tu jardín profundo
plantas
de cemento y acero,
te amarraremos
pies y manos,
los hombres por tu piel
pasearán escupiendo,
sacándote racimos,
construyéndote arneses,
montándote y domándote
dominándote el alma.
Pero eso será cuando
los hombres
hayamos arreglado
nuestro problema,
el grande,
el gran problema.
Todo lo arreglaremos
poco a poco:
te obligaremos, mar,
te obligaremos, tierra,
a hacer milagros,
porque en nosotros mismos,
en la lucha,
está el pez, está el pan,
está el milagro.
Manu, és impactant, el poema que has envia. És el millor “comentari” sobre el mar, un cant a la seva bellesa i misteri, amb ressonàncies bíbliques. Moltes gràcies per aquesta rica col·laboració.