Treballar pel demà i recuperar el passat
Lluís Lach ha dit que en les pròximes eleccions s’apartarà de la política però que ara, des de Junts pel sí treballa molt il·lusionat pel goig de construir un país nou
Escric dos apunts sobre dos esdeveniments que em tenen agafat: un, el del moment polític que estem vivint a Catalunya, ara tranquil i silenciós com les aigües d’un riu quan, superat el fragorós pas primer de quan s’obre camí, encalmat, fa via sense gaire soroll. L’altra es refereix a la posada en moviment d’Amics i Amigues del Fondo, lligada a la inauguració de l’exposició sobre Paco Candel, a la Biblioteca del Fondo, i el Cicle que es desenvoluparà dins del marc d’Els altres catalans, en el que Amics(amb el Fòrum) hi col·labora.
Del procés en parlo després d’escoltar Lluís Llach als Matins de TV3. La seva serenor, la joia que expressa pel fet d’intervenir en la creació d’un país nou. La seva il·lusió, encomanadissa, la fermesa en tirar endavant sense immutar-se per les amenaces que arriben de Madrid. Senzillament, perquè té la certesa de complir el mandat del poble. Contrastant amb aquests sentiments penso en les persones que no sé per quines certeses es marginen del procés, quan es fa perseguint una cosa tan engrescadora, tan positiva, com és fer un país millor, en tots els aspectes. ¿Com poden preferir lligar-se a un passat decebedor com el que ens ofereix el nostre, i no diguem el d’Espanya, amb casos d’una corrupció tan generalitzada com es veu a València? És en el futur que es troba la superació d’un sistema vell i gastat, ja totalment superat.
I torno a parlar de Paco Candel. Que bé, si en rellegíssim el seu llibre Els altres catalans o, qui no ho ha fet abans, s’hi posés avui. Trobarà el testimoni d’un nou català que quan la immigració aixecava sospites i es veia amb por, ell en descobrí l’aspecte enormement positiu. Per facilitar-ne un tast reprodueixo una entrevista que l’Eugeni Madueño i el Xavier Caño van fer a Paco Candel l’any 1972, per a la revista Grama. I aprofito per recordar, avui que es parla de la salvaguarda i recuperació de la memòria històrica, que Santa Coloma té, en la mítica revista nascuda l’any 1969, un dipòsit riquíssim de documents sobre un dels períodes més transcendents viscuts per la nostra ciutat.
Dos apunts que parlen de coses tan valuoses com la recuperació del passat i de la conquista del futur, que ja és demà.
Paco Candel. Charla amistosa con un escritor populaar (*)
- Los editores siempre me dicen: Hazte tú la solapa. Y siempre explico lo mismo. Nací el 31 de mayo de 1925 en un pueblecito llamado Casas Altas (Valencia)… (cuando te canses de bibliografía di basta).
– Sí, sí
– Mi padre vino a Cataluña en busca de trabajo, porque al parecer en el pueblo iban las cosas mal. Vino él y al poco tiempo llamó a mi madre; yo vine con mi madre, siendo niño. Fuimos a parar a una barraca de Montjuic, pero al poco tiempo, cuando hicieron las casas baratas de Casa Antúnez, nos trasladamos, transcurriendo allí ml primera infancia, hasta la guerra. Fui a las escuelas de la Generalitat, y creo que me marcó profundamente porque me dieron un concepto muy abierto de muchas cosas, aunque luego, acabada la guerra, volvimos a las escuelas parroquiales y se volvió a echar encima nuestro todo esto trágico del pecado, de que mirar a una mujer era el delito más grande que se puede hacer. No obstante tuve un maestro que, sin dejar de cumplir su línea carca-parroquial, tenía don de niños, y sabía hacerte las clases alegres.
TRABAJAR, UNA NECESIDAD
– Me puse a trabajar tempranamente pero no tanto como es frecuente en la clase obrera. En la clase obrera es frecuente empezar a trabajar a los 14 años, sin embargo yo empecé a trabajar a los 16. La razón es que por aquel tiempo no había trabajo. Yo me daba cuenta que en mi casa lo pasaban muy mal, mi madre hacía faenas y mi padre era peón de la construcción y entonces busqué trabajo de lo que pude. Primero me puse a trabajar de ceramista porque mi vocación era pintar, y creía que haciendo jarros podría decorarlos y llegar a ser pintor o decorador. Lo qua pasa es que a los seis meses de trabajar en esto, no hacía más que tapar bocas de horno, donde se cuece la cerámica, y lavar los cedazos, en pleno invierno. De la noche a la mañana hice un cambio radical: me metí a mecánico. ¿Por qué? ¡Ah!, porque un amigo era mecánico. Es algo que ya he comprobado en la gente. No se trabaja vocacionalmente, sino donde los compañeros te indican o donde te cae más cerca de casa…
LA TUBERCULOSIS
– Después de lo de mecánico me fuí al Servicio Militar. Estando allí, enfermé de tuberculosis, que era la enfermedad que diezmaba a la juventud en aquella época. Volví a casa, como inútil, y esperando morir. Afortunadamente tengo buen pellejo y pude resistir, pero no pude volver a trabajar en sitios fatigosos. Tuve que hacer de oficinista, diseñador, bisutero… Intenté publicar dibujos en alguna revista, pero no acababa de encontrar «mi camino». Me encontraba sin trabajo y esto me creaba remordimientos de conciencia, al ver que eran mis padres los que me mantenían. Por fin encontré algo estable; llevaba la contabilidad a un constructor de obras y, además, trabajaba en un garaje. La segunda recaída en mi enfermedad me mantuvo mucho tiempo en reposo absoluto, tiempo que aproveché para leer mucho, hasta que un día pensé que quizás yo también sería capaz de escribir como aquellos señores. Entonces estaba de moda Maxence Van der Mersh y otros escritores-testimonio, que me indujeron a escribir cosas parecidas a las que escribían ellos, puesto que yo también las vivía. Fue cuando escribí una novela. Transcurría en un sanatorio y explicaba un poco mis experiencias como tuberculoso. La mandé al premio Nadal, con mucha ilusión. Era Joven, con novia (la que ahora es ml mujer) y le prometí que si ganaba, con el dinero nos casaríamos. No lo gané, ni la quiso nadie, pero no dejé de escribir. Entonces escribí una novela sobre los chicos que querían ser escritores. Así salió Hay una juventud que aguarda. La presenté también al Nadal, pero no lo ganó, no obstante conseguí dos votos, uno de Sebastián Juan Arbó y el otro de Ignacio Agustí. Juan Arbó me escribió una carta, que me decía que había descubierto en mi novela tal desespero, que si no ganaba dejaría de escribir, pero que no lo hiciera, porque tenía cualidades. Me dijo que fuera a ver al editor Janés, con aquella carta que él me había escrito. Yo fui a verlo y además le hablé de que tenía un gran amigo que se llamaba Eduardo Manchón, que era del Barcelona [Barça] que decía que lo conocía, porque sabía que al editor le gustaba mucho el fútbol.
L’Eugeni i jo en uns moments difícils de la revista Grama. L’Eugeni va entrar a Grama de molt jovenet i acabà sent-ne el puntal i el principal actiu
“INTENTO DENUNCIAR COSAS QUE VEO”
– ¿Tú eres un escritor del pueblo?
– A mi no me gusta arrogarme nada, cuando alguna vez se me intenta presentar como apóstol, como líder o como representativo de una clase social, digo que no. Yo no soy un escritor que represente al pueblo, ni que hable en nombre del pueblo, ni que me arrogue la defensa del pueblo. Ahora, yo, particularmente sí que me considero del pueblo. Y obro en consecuencia…
¿Qué concepto tienes de la literatura?
– Un poco, como los demás oficios, o sea, yo considero que todas las personas hacen algo en la vida, y tratan de hacerlo lo mejor posible. Yo creo que hago una literatura útil para quienes me rodean… También intento denunciar cosas que veo, pero, además, intento dar mi experiencia sobre la vida. Todas las personas tenemos unas vivencias íntimas que enriquecen a los demás, lo que ocurre es que solamente un escritor las puede exponer y entonces yo, como que tengo esta facultad, pues las expongo.
ESCRITOR BARRAQUERO
– ¿Te han encasillado ya por tu estilo?
– No es que me importe, pero dicen que soy realista-barraquista. Hasta el extremo de que en novelas mías donde no se habla para nada de barracas, el dibujante, como que no se lee la novela, sólo dice: «Es Candel», y pone barracas en la portada. Yo quisiera seguir por este camino, a pesar de que algunas veces sacrifique detalles de tipo estético, en pro de una forma más inteligible, incluso para la gente más sencilla. No siempre lo consigo, esto hay que decirlo, ni mis novelas más populares las entiende toda la gente. No me voy a dejar influir por críticas ni estilos más o menos modernistas, etc. Yo no. Continúo creyendo, como los grandes maestros de la literatura que el arte de escribir consiste en decir las cosas lo más claramente posible, y lo más directamente posible. Esto, creo que es la gran lección de un escritor.
– ¿Tú consigues comunicarte con el público?
– El escritor de libros no tiene una comunicación directa con sus lectores. No es como el dramaturgo, que la noche del estreno puede «ver» la reacción de los que van al estreno de su obra. El escritor lo «siente» por las cartas que recibe, o porque un día determinado puede conversar con ellos, a la vez que les firma un libro, por ejemplo. Pero la gente, cuando me escriben me tutean, casi todos empiezan la carta diciendo: «Querido amigo», «Querido Paco»… y enseguida hacen el paréntesis (“perdona que te trate de tú”, “perdona que te trate de amigo, pero es que después de leer tus libros se me hace imposible tratarte de usted”).
MENOS CARTAS QUE UN ARTISTA
– ¿Cuántas cartas habrás recibido desde que escribes?
– Es difícil decirlo. Nunca recibes las de un cantante, ni las de un artista de cine, pero las que recibo no son ditirámbicas ni «pataguatas», sino de gente que, en un momento determinado, se han sentido o retratados, o que a ellos les van, y entonces son cartas enjundiosas, en las que los problemas de los hombres están incrustados en las novelas de Francisco Cande! Explican cuestiones personales. El libro que más cartas me ha proporcionado fue Els altres catalans, y actualmente Ser obrero no es ninguna ganga.
– …que es el último editado.
– Exacto.
– … pero no el último que has escrito…
– El último no, porque este libro fue secuestrado en el año 1969, y desde entonces he publicado alguno más.
– ¿Hasta qué punto te identificas con la gente del pueblo? ¿Por qué?
Me identifico, y trabajo con la gente por pura necesidad. Cuando yo defiendo que no echen basura en mi barrio me estoy defendiendo a mí mismo, y cuando defiendo un alza de salarlos estoy defendiendo también mi alza de salario respecto a los editores… Yo no quiero hacer nunca ni el mártir, ni el líder, ni el apóstol. Yo vivo en las mismas condiciones que los de mi barrio, pues estoy completamente vinculado a ellos.
– Un escritor como tú, con el problema económico resuelto, podría vivir en otro sitio mejor que las Casas Baratas…
– No me es violento, difícil ni sacrificado vivir donde vivo. Lo único que me molesta es la polución atmosférica… pero si no fuera por eso, me encuentro como pez en el agua. Allí me encuentro con los vecinos, y la gente sencilla. Es más violento estar en un «coctail», o en una recepción que no con el hombre de la calle.
– ¿Qué estudios tienes?
– La Enseñanza Primaria, nada más.
-¡Ah, ya…!
– Ohl, esto hay veces que te lo echan en cara. Yo soy difícil de admitir en nuestras élites intelectuales por el hecho de no haber sido universitario. Me lo han tenido en cuenta a veces con delicadeza, pero a veces también descaradamente.
Xavier CAÑO i Eugenio MADUEÑO
(*) Grama núm. 48, Desembre de 1972
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